todo se altera,
mi alma se quema.
Llegas como un terremoto, de la nada,
abres mis puertas atrancadas,
no me dejas huir,
tu cuerpo me atrapa.
Llegas haciéndome temblar,
juntando mis piezas,
derrumbando mis muros.
Llegas como una ráfaga,
etérea, arrasadora, luminosa.
Llegas sonriendo,
y las dos comillas en tus mejillas me envuelven,
me atrapan, me encierran; no dejan liberarme.
Llegas tan valiente,
irrumpiendo en mi vida con absoluta seguridad,
afirmando tu estancia,
negándote a marcharte,
no dándome otra opción que dejarte entrar.
Llegas y quiero conocerte,
que me conozcas,
descubrirnos, ir a la profundidad,
saber qué te atemoriza,
qué sueñas, qué esperas, qué quieres.
Llegas y antes de desnudar tu cuerpo,
quiero desnudar tu alma,
conocer tu llanto, tus grietas, tus huellas, tus llagas.
Llegas y tu piel me llama,
tus manos me incendian, tu boca se adueña de mí.
Llegas conquistándome cada que tus labios hablan,
tus palabras me traspasan,
tu voz me inunda,
tus actos me encantan.
Llegas tratándome como no me lo imaginaba,
haciéndome sonreír,
espantando mis miedos,
extinguiendo mis heridas.
Llegas haciendo que cada breve instante contigo se haga eterno,
vuelves los besos únicos,
los momentos excepcionales,
las risas perpetuas.
Llegas apuntándome de frente con tu amor,
tu amor que es inevitable, absoluto, urgente,
que me llena completa y enciende mi oscuridad.
Llegas y sólo quiero escribirte en cada verso,
tatuarte en cada palabra,
grabarte en mis manos,
hacerte poema.
Llegas como la poesía; inexplicable, intensa, indeleble.
Llegas y me doy cuenta que aún sin esperarte; yo ya te esperaba.
Angie Pamela González