lunes, 21 de julio de 2014

Chissà se lo sai

Ti ho guardata e per il momento
non esistono 2 occhi come i tuoi
così neri così soli
che se mi guardi ancora e non li muovi
diventan belli anche i miei

e si capisce da come ridi
che fai finta che non capisci,
non vuoi guai
ma ti giuro che per quella bocca
che se ti guardo diventa rossa, morirei

Ma chissà se lo sai
ma chissà se lo sai
forse tu non lo sai
no, tu non lo sai

Così parliamo delle distanze
e del cielo e di dove andrà a dormire la luna
quando esce il sole
chissà com'era la terra prima che ci fosse l'amore
sotto quale stella tra 1000 anni
se ci sarà una stella
ci si potrà abbracciare

Poi la notte col suo silenzio regolare
quel silenzio che a volte sembra la morte
mi dà il coraggio di parlare
e di dirti tranquillamente
di dirtelo finalmente che ti amo
e che di amarti non smetterò mai
così adesso lo sai, così adesso lo sai...


I've looked at and for the moment
there are 2 eyes like yours
so blacks so alone
that if you still look at me and do not move
also become beautiful mine

and you understand how to laugh
that you pretend you do not understand,
you do not want trouble
but I swear to you that mouth
that if I look at you turns red, die

But I wonder if you know
but I wonder if you know
maybe you do not know
no, you do not know

So let's talk about the distances
and the sky and the moon where it will go to sleep
when the sun comes out
I wonder how was the earth before there was love
under which star between 1000 years
whether there will be a star
we can embrace

Then the night with its silence adjust
the silence that sometimes it seems the death
gives me the courage to speak
and to tell you quietly
to tell you finally that I love you
and that I will never stop loving you
so now you know, so now you know ...


Autori: Rosalino Cellamare, Lucio Dalla
Album: Bugie. Gennaio 1986.

viernes, 4 de julio de 2014

"Son cosas de mujeres"

“Son cosas de mujeres, se dice también. El racismo y el machismo beben de las mismas fuentes y escupen palabras parecidas. Según Eugenio Raúl Zaffaroni, el texto fundador del derecho penal es el “martillo de las brujas”, un manual de la Inquisición escrito contra la mitad de la humanidad y publicado en 1546. Los inquisidores dedicaron todo el manual, desde la primera hasta la última página a justificar el castigo de la mujer y a demostrar su inferioridad biológica. Ya las mujeres habían sido largamente maltratadas por la Biblia y por la mitología griega, desde los tiempos en que la tonta de Eva hizo que Dios nos echara del Paraíso y la atolondrada de Pandora destapó la caja que llenó al mundo de desgracias. La cabeza de la mujer es el hombre, había explicado san Pablo a los corintios, y diecinueve siglos después Gustave Le Bon, uno de los fundadores de la psicología social, pudo comprobar que una mujer inteligente es tan rara como un gorila de dos cabezas. Charles Darwin reconocía algunas virtudes femeninas, como la intuición, pero eran virtudes “características de las razas inferiores”. Ya desde los albores de la conquista de América, los homosexuales habían sido acusados de traición a la condición masculina. El más imperdonable de los agravios al Señor, quien, como su nombre lo indica, es macho, consistía en el afeminamiento de esos indios “que para ser mujeres sólo les faltan tetas y parir”. En nuestros días, se acusa a las lesbianas de traición a la condición femenina, porque esas degeneradas no reproducen la mano de obra. La mujer, nacida para fabricar hijos, desvestir borrachos o vestir santos, ha sido tradicionalmente acusada, como los indios, como los negros, de estupidez congénita. Y ha sido condenada, como ellos, a los suburbios de la historia. La historia oficial de las Américas sólo hace un lugarcito a las fieles sombras de los próceres, a las madres abnegadas y a las viudas sufrientes: la bandera, el bordado y el luto. Rara vez se menciona a las mujeres europeas que protagonizaron la conquista de América o a las mujeres criollas que empuñaron la espada en las guerras de la independencia, aunque los historiadores machistas bien podrían, al menos, aplaudirles las virtudes guerreras. Y mucho menos se habla de las indias y de las negras que encabezaron algunas de las muchas rebeliones de la era colonial. Esas son las invisibles; por milagro aparecen, muy de vez en cuando, escarbando mucho. No hay tradición cultural que no justifique el monopolio masculino de las armas y de la palabra, ni tradición popular que no perpetúe el desprestigio de la mujer o que no la denuncie como peligro. Enseñan los proverbios, transmitidos por herencia, que la mujer y la mentira nacieron el mismo día y que la palabra de mujer no vale un alfiler, y en la mitología campesina latinoamericana son casi siempre fantasmas de mujeres, en busca de venganza, las temibles ánimas, las luces malas, que por las noches acechan a los caminantes. En la vigilia y en el sueño, se delata el pánico masculino ante la posible invasión femenina de los vedados territorios del placer y del poder, y así ha sido desde los siglos de los siglos. Por algo fueron las mujeres las víctimas de las cacerías de brujas, y no sólo en los tiempos de la inquisición. Endemoniadas: espasmos y aullidos, quizás orgasmos, y para colmo de escándalos, orgasmos múltiples. Sólo la posesión de Satán podía explicar tanto fuego prohibido, que por el fuego era castigado. Mandaba dios que fueran quemadas vivas las pecadoras que ardían. La envidia y el pánico ante el placer femenino no tenían nada de nuevo. Y en este mundo de hoy, hay ciento veinte millones de mujeres mutiladas del clítoris. No hay mujer que no resulte sospechosa de mala conducta. Según los boleros, son todas ingratas. Según los tangos, son todas putas (menos mamá). Confirmaciones del derecho de propiedad: el macho propietario comprueba a golpes su derecho de propiedad sobre la hembra. (…) Vuela torcida la humanidad, pájaro de un ala sola.”


Eduardo Galeano