jueves, 31 de diciembre de 2015

A mi bien amado...

Tanto que te conozco, tanto que te pienso, tanto que te extraño de no verte un día, cada día...
A vos, mi amado amigo, mi fiel alivio, mi dulce compañía, mi noble querer.

Desde aquel ya remoto día que el destino divino me enlazó a vos, nos hemos visto crecer.
Vos con tus errores y aciertos, y que pese al paso del tiempo, la esencia de tu ser no abandona.

Tan despistado siempre, ¿Cómo hacerte saber mis sentires?
te lo digo todo el tiempo y a la vez, nunca termino de aterrizar...
mientras mis miradas te lo dicen con sus clásicas sutilezas,
mis brazos lo expresan ciñiendote de la forma más acogedora que la corporeidad me permite,
y mi boca te lo comunica con la ternura que puede dar cada beso mio en tu mejilla.

Mi alma se alivia al verte, al hablar con vos,
mi semblante cambia con sólo mirar ese tierno sonreír que te acompaña, al ver ese dulce mirar tuyo,
a esos pequeños detalles que provocan la ternura mas bella que mi ser es capaz de expulsar.

Expresas variedad de cosa diversa y curiosa de tu boca, de tu ser, de tu alma,
que sólo sé embelesarme, engolosinarme con tu siempre amena conversación,
sintiendo un manto de dulces sentires unidos siempre a tu confortable compañía.

Pero...
¿por qué a cada tanto siento de vos que te quedas con ideas sin decir?
¿cómo lograr que me digas, con verdad, lo único que no sé con certeza de vos?
¿cómo saber si ese cuidadoso tacto que me tenés oculta realidades que evitan un lastimoso sentir
o una gozosa emoción a ésta alma mía?

Ese acogedor abrazo tuyo estremece a mi alma y transmite una dulce sensación,
esa que sólo se siente cuando se recibe un afecto puro, limpio.
Tu mirada sobre mi rostro me provoca un estado de dulce congoja,
sin saber si te soy una sencilla mezcla de ternuras y empatías, o quizá... algo más...

Así pues, ese noble ser de vos, me conduce a no alejar mi senda de la tuya,
esto es para vos, mi bien querido, mi bien amado.


Anne Helle Sylve